Frase 40
Poner límites no es fácil.
Especialmente cuando crecimos creyendo que “ser buenas” significaba decir siempre que sí, no incomodar a nadie, sostenerlo todo, ser la fuerte y estar disponible aunque nos doliera.
Pero llega un momento —un instante sagrado— donde el cuerpo dice basta.
Donde el corazón pide espacio.
Donde el alma ya no acepta migajas emocionales.
Y es ahí donde nace una nueva versión de nosotras.
Poner límites no es perder relaciones… es perder ilusiones.
Es ver con claridad quién te quiere y quién solo te usa.
Quién te respeta y quién solo te acomoda.
Quién te cuida y quién solo te consume.
Sí, duele.
Duele ver cómo algunas “amigas” se alejan cuando ya no pueden aprovecharse.
Duele descubrir que hablaban mal de ti cuando no estabas y sonreían cuando llegabas.
Duele ver cómo la crítica aparece justo cuando decides cuidarte.
Pero ese dolor no es castigo: es liberación.
Es una señal de que por fin estás eligiéndote.
Porque el límite que pones hoy es la vida que te estás permitiendo mañana.
Y cuando empiezas a decir “esto no”, también empiezas a decir “yo sí”.
Yo sí merezco respeto.
Yo sí merezco paz.
Yo sí merezco amor recíproco.
Yo sí merezco una vida que no me drene.
Las relaciones que eran auténticas se vuelven más profundas.
Las que eran falsas, caen solas.
Y tú… tú renaces.
Lo más hermoso es esto:
cuando pones límites, recuperas tu poder.
Tu energía vuelve a ti.
Tu voz se fortalece.
Tu intuición despierta.
Tu corazón deja de mendigar y empieza a elegir.
La mujer que pone límites recupera su poder.
Y desde ese poder suave, firme y sabio… crea una vida que por fin se siente suya.
Porque la mujer que pone límites no se vuelve fría: se vuelve honesta.
No se vuelve dura: se vuelve consciente.
No se vuelve egoísta: se vuelve libre.
La mujer que pone límites recupera su poder.
Adriana Rodríguez
Y desde ese poder, firme y sabio… crea una vida que por fin se siente suya.
Soy Adriana BeBig tu Mentora de Liderazgo Consciente.