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«En el crepúsculo de mi alma, cuando las sombras se alargan y el silencio se posa como un manto sobre mi espíritu, me encuentro en la encrucijada de la existencia. El abismo, oscuro y profundo, se abre ante mí, invitándome a sumergirme en su negrura.

¿Cómo calmar la mente, entregarse al vacío, a la nada? La respuesta, como un susurro del viento, se desliza hacia mí. No es en la razón ni en la lógica donde hallamos la paz, sino en el misterio insondable de nuestro ser.

Las nubes, esas efímeras criaturas del cielo, danzan en su coreografía alegre. Sus formas cambiantes, como los pensamientos que fluyen en nuestra mente, se desvanecen y renacen. El mar, con su voz ancestral, canta la canción de la eternidad.

En este instante, mi cuerpo se aquieta. Las moléculas que me componen se entrelazan con el viento, con el mar, con la vastedad del cosmos, y en ese silencio, la respuesta emerge como una joya oculta en el fondo del abismo.

Ámate siempre, susurra mi corazón. El amor propio, esa llama que arde en lo más profundo, es el aprendizaje más trascendental. No porque seamos semejantes al creador, sino porque en él reside la semilla de nuestra libertad, nuestra valentía, nuestra empatía.

Así, en la quietud de este momento, me sumerjo en el abismo y encuentro la luz. El amor propio, como un faro en la noche, guía mi camino, y en su resplandor, descubro la esencia misma de la existencia.»

Adriana Rodríguez
#poemasdeadrianarodriguez
#adrianarodriguezescritora

¿Acaso también tú has escuchado el susurro del amor propio en los rincones secretos de tu alma? Déjame tus observaciones en los comentarios.