Nuevas oportunidades
«Bajo el cielo de segundas oportunidades, donde los días se despliegan como pájaros al alba, ayer vivimos un caleidoscopio de emociones. No solo porque el calendario marcaba el Día Internacional de la Mujer, sino también porque yo y mis 36 compañeros de Empodérate, Tú Puedes con el mundo entero celebrábamos el lanzamiento global de la Tercera antología de «Expertos de Empodérate, Tú Puedes».
Cada uno de nosotros, como hilos en un tapiz, tejía su mejor esfuerzo. A veces, por más que practiquemos, las notas no suenan afinadas, los nervios nos susurran sus secretos oscuros y los miedos se enroscan como enredaderas en nuestro camino. Pero en ese crisol de desafíos, siempre se abren ventanas hacia nuevos amaneceres. El mundo, generoso y sabio, nos ofrece oportunidades frescas para aprender y crecer.
Después del aplauso final, cuando las luces del escenario se desvanecieron, nos reunimos en la penumbra. Las mujeres unidas como hermanas de una fraternidad secreta, nos alzamos unas a otras. Compartimos sonrisas cómplices y palabras de aliento. «Podríamos haberlo hecho mejor», murmuramos, y en esa humildad, encontramos la semilla de la superación. Cada una aceptando su responsabilidad con respecto y valentía.
Luego, en la noche, me encontré con una amiga, Olga. Brindamos por los logros y las risas compartidas. Al salir al estacionamiento, el mundo exterior nos abrazó con su clamor. Miles de mujeres marchaban, sus voces como un río de derechos humanos. Derechos que no son un regalo, sino una herencia ancestral. Derechos que reclamamos con la fuerza de nuestras convicciones y la ternura de nuestras almas.
Desde la casa, desde el núcleo mismo de nuestra existencia, debemos ser arquitectas del cambio. Educar no solo con palabras, sino con actos. Decir «NO» y que ese «NO» sea un muro infranqueable, sin necesidad de más explicaciones. Que nadie levante la voz para silenciarnos cuando expresamos nuestra visión del mundo. Que nunca, nunca se alce una mano para educarnos con violencia.
Nuestros deseos, nuestros cuerpos, son sagrados. Merecen respeto, cuidado y responsabilidad. Las palabras que pronunciamos pueden ser flechas o bálsamos. Seamos guardianas de la empatía, tejedoras de comprensión. Eduquemos desde casa, pero comencemos por nosotras mismas. Aprendamos a trazar límites, a amarnos con la intensidad de un sol de medianoche y a respetarnos como si fuéramos la última nota de una sinfonía eterna.
Así, mientras las páginas de la tercera antología se abren al viento, recordemos que las mujeres ya somos éxito desde el primer día que pisamos este mundo. Somos la tinta que escribe historias de valentía, la melodía que se eleva sobre las montañas de la adversidad, y en cada segundo, en cada latido, seguimos escribiendo nuestra epopeya de luz y lucha.
Que así sea, en este día y en todos los días que vendrán.
¡Gracias por tanto!
