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Imagina…

En una sala circular suspendida entre mundos —mitad templo ancestral, mitad cúpula celestial— estás tú. De pie en el centro, con el corazón latiendo como tambor sagrado, rodeada por un inmenso mosaico viviente. Cada pieza brilla con una luz propia: una victoria, una caída, una decisión valiente, una herida cerrada con hilos de oro. Las hay oscuras, intensas, ásperas… y también suaves, resplandecientes, color esperanza.

Este no es un mosaico decorativo. Es un espejo multidimensional. Cuando das un paso hacia él, te ves en diferentes formas: la que lloró y aún así avanzó, la que gritó basta, la que aprendió a quedarse consigo misma cuando nadie más lo hizo. Y ahí, entre las piezas más luminosas, se revela algo nuevo: una sonrisa tuya que no pide aprobación. Es el reflejo de tu amor propio germinando.

Empiezas a verte entera, no por haberlo hecho todo perfecto, sino porque has decidido amarte incluso en la imperfección. Esa decisión es un acto de alquimia emocional.

Hoy, para anclar esta energía de transformación, te recomiendo el aceite esencial de incienso (frankincense). Este aroma milenario conecta con lo sagrado, con la sabiduría interna y con la calma del alma que ya no se juzga, sino que se honra.

✨ Pausa guiada para respirar y conectar ✨
Cierra los ojos. Inhala profundo por la nariz, siente cómo el aire abre espacio en tu pecho.
Sostén…
Y al exhalar suavemente por la boca, imagina que cada pieza de ese mosaico se enciende como una constelación viva.
Hazlo tres veces más.
Permítete habitar tu historia con reverencia.

Porque el amor propio no es un destino, es un pacto que renuevas cada día contigo.

Frase poderosa para hoy:
«Soy un arte sagrado en constante evolución, y me celebro en cada forma que tomo.»

Tu mentora,
Adriana BeBig 💫