Buen sueño
En la alborada, me alzo de mi lecho, y mi reloj, con su inteligencia artificial, susurra que he tenido un sueño magnífico. Hace más de un año que no lograba y lo celebro a corazón abierto. Anteriormente, mi descanso era un bálsamo reparador.
En la lucha por reducir el exceso de peso corporal, sin el regocijo de un sueño profundo, se había tornado una ardua y enmarañada tarea.
Tras varias noches de reposo, sin inquietudes y sin estrés, me sumergí en los amaneceres y los crepúsculos de Casa Turquesa Telchac. Allí, la mar y la brisa, en su danza eterna, me recordaron el propósito tras la adquisición de la Casa de verano y cómo hallé mi sanación.
La sencillez de la vida, tejida con hilos de gratitud, obró maravillas a mi favor.
En esa existencia apacible, los colores, los sonidos y los aromas de la naturaleza y su entorno se convirtieron en la mejor medicina para sanar el alma, el espíritu, la mente, el cuerpo y finalmente el cáncer.
El sueño, ese misterioso viaje, despliega múltiples beneficios. En sus etapas, el cerebro cumple funciones específicas: forja recuerdos, acuna el corazón fatigado y el sistema vascular, libera hormonas de crecimiento y pasión, y fortalece el sistema inmunológico.
Así, en Casa Turquesa Telchac en la quietud de la noche, se teje la trama de nuestra renovación y vitalidad.
Oralia sigue durmiendo al sonido de las olas y la brisa del mar. Para ella un buen descanso también la sana y la vigoriza.
«Bajo el manto estrellado, mi alma reposa,
el mar susurra secretos ancestrales,
y la brisa, como dulces cantos de cuna,
acaricia mi cuerpo en sueños celestiales.»