La coneja de la pascua
Dedicado a los niños de mi familia…
Había una vez un parque mágico donde la Pascua era celebrada de una manera muy especial. Los niños del pueblo cercano se reunían en el parque después de ir a la iglesia para ir buscar los chocolates que la coneja mágica escondía en cada rincón del lugar.

Faltando unos días para la celebración, la coneja se preparaba arduamente para repartir los dulces deliciosos que había preparado con su receta secreta. La coneja mágica tenía un elaborado plan diseñado para que los niños se diviertan mientras buscaban los huevos de chocolate.
La noche antes del gran evento, la coneja salió de su madriguera con su carro mágico lleno de huevos de chocolate. La conejita empezó su trabajo temprano y escondió los huevos en todos los rincones del parque, entre los árboles, en los arbustos e incluso detrás de las rocas.
Mientras tanto, los niños del pueblo dormían pacíficamente, soñando con los huevos de chocolate que encontrarían al día siguiente. Al terminar la visita a la Iglesia con sus padres, los niños salieron corriendo llenos de emoción y con sus cestas vacías para comenzar la búsqueda en el parque central.
Cuando llegaron al parque, los padres y abuelos se dieron cuenta de que la coneja había hecho un trabajo excelente y había escondido los huevos de chocolate en lugares donde nadie hubiera pensado buscar.
Los pequeños buscadores se movían como un enjambre por el parque, entusiasmados por encontrar cada uno de los huevos de chocolate.
Una niña llamada Carolina encontró uno de los huevos que la coneja escondió detrás de una flor enorme. Un niño llamado David encontró uno más mientras trepaba el árbol más grande del parque. Amelia encontró otro en color rosa debajo de unas margaritas, y Sofía, junto con Santiago encontraron los cuatro últimos.
Sofía decidió compartir uno en color azul a su primo Leo que aún era un bebé. Finalmente, Santiago también le obsequió uno a su hermano en color azul marino con blanco como el color de las camisetas del equipo de football favorito de su hermano mayor, Jorge.
De repente, la coneja mágica apareció en el parque y los niños la saludaron con gran entusiasmo y todos se tomaron fotos con ella.
Después de haber saboreado varios de los chocolates, Carolina y Amalia bailaron por varias horas junto con la coneja mágica y otros niños.
La coneja sonrió mientras veía como Amelia, Carolina, Sofía, Leo, David, Jorge y Santiago se diviertian compartiendo los chocolates con sus abuelos de sus cestas llenas.
La coneja mágica se aseguró de que los niños gozarán mientras encontraban los chocolates y decidió que la Pascua sería celebrada de manera mágica en el parque central cada año.
Los niños volverían el próximo año con la misma emoción de volver a buscar los chocolates escondidos. Y así, la tradición se mantuvo viva gracias a la magia que la coneja otorgaba cada Pascua.
…
El conejo es utilizado hoy en día como símbolo de la Pascua, que es la festividad cristiana para celebrar la esperanza de la vida después de la Resurrección de Jesucristo en Semana Santa.
El huevo de Pascua representa la fertilidad, la perfección, la vida y la resurrección, pero también el conejo como símbolo fértil. Este encarna la capacidad de reproducción, la alegría de vivir y la curiosidad ante la vida.
Según algunas fuentes, el conejito llegó por primera vez en la década de 1700 con inmigrantes del país germánico que se establecieron en Pennsylvania y transportaron su tradición de una liebre ponedora de huevos llamada “Osterhase”. Los niños hicieron nidos en los que esta criatura podía poner sus huevos de colores.