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No menosprecies tus logros

Había una vez en el bosque de los Sueños, un pequeño ratón llamado Teo. Teo no era el más rápido ni el más fuerte, pero tenía un corazón lleno de determinación y una mente curiosa. Siempre soñaba con alcanzar las estrellas, aunque su tamaño parecía insignificante ante la vastedad del mundo.

Un día, mientras exploraba el claro del bosque, encontró una piedra brillante. Era pequeña y común, pero para Teo, era un tesoro. La llevó a su madriguera y la colocó en un rincón especial. «Este es mi primer logro», pensó, «y merece ser celebrado».

A medida que pasaban los días, Teo continuó su búsqueda de pequeños tesoros. Encontró una bellota perfecta, una hoja de otoño con colores vibrantes y una ramita que se asemejaba a una espada. Cada hallazgo se convirtió en un logro, y él los apilaba en su madriguera.

Los demás animales del bosque se burlaban de Teo. «¿Por qué celebras cosas tan insignificantes?», se reían. «No eres un águila majestuosa ni un ciervo veloz. ¿Qué logras con estas nimiedades?»

Pero Teo no se dejaba desanimar. Recordaba las palabras de su abuelo: «No menosprecies tus logros, por pequeños que sean. Cada paso es importante, porque ellos son la base para lograr tus grandes éxitos».

Un día, durante una tormenta, el árbol más alto del bosque fue derribado por un rayo. Los animales quedaron asombrados al ver que debajo de sus raíces había una red de túneles. Teo había excavado esos túneles durante años, uno pequeño paso a la vez. Su madriguera era la más segura y profunda del bosque.

Los animales se disculparon con Teo y le pidieron que les enseñara su secreto. «Ve a tu ritmo», les dijo. «Los objetivos de otros no son los tuyos. No necesitas compararte con nadie más. Esa es la clave del éxito continuo».

Teo también aprendió a considerar el reconocimiento que merecía. Cada día, al salir de su madriguera, miraba al cielo y celebraba su pequeño mundo. Las hojas, las piedras y las ramitas eran sus trofeos, y él se sentía orgulloso de ellos.

Así, en el bosque de los Sueños, todos aprendieron a valorar sus logros, grandes o pequeños. Y cada vez que veían una piedra brillante o una hoja de otoño, recordaban las palabras de Teo: «Nunca menosprecies tus logros. Tienes muchos motivos para estar orgulloso de ti».

En honor a mi padre que en paz descanse.

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