Emily y la ley del espejo
Una pequeña historia para inspirar.
«Era una vez, en un pequeño pueblo en Uci Yucatán, vivía una joven llamada Emily. Emily era una chica muy inteligente y talentosa que siempre había soñado con ser bailarina e ingeniera. Pero, desafortunadamente, Emily sufría de inseguridad y desconfianza en sí misma y siempre tenía miedo de mostrarse frente a los demás.
Un día, mientras caminaba por el campo en busca de inspiración para un nuevo proyecto y su nuevo baile, Emily se encontró con un espejo mágico. El espejo era diferente a cualquier otro espejo que hubiera visto antes: tenía cuatro partes, cada una con una frase diferente en ella.
Emily se acercó al espejo y se leyó las cuatro partes de la ley del espejo:
La primera parte decía: «La persona que te ve en el espejo es tu mayor crítico». Emily se dio cuenta de que, en muchas ocasiones, ella misma era su peor enemiga y se criticaba a sí misma más de lo que cualquier otra persona lo hacía.
La segunda parte decía: «Lo que piensas de ti mismo es más importante que lo que piensan los demás». Emily también se dio cuenta de que las opiniones de los demás no importaban tanto como su propia opinión sobre sí misma.
La tercera parte decía: «Todo lo que te molesta de los demás se refleja en ti». Emily pensó en las veces en las que había criticado a otras personas y se dio cuenta de que muchas de esas críticas también eran aplicables a ella misma.
La cuarta parte decía: «Confía en ti mismo y cree en ti mismo, y otros creerán en ti». Emily se dio cuenta de que la clave para vencer sus inseguridades era creer en sí misma y tener confianza en sus habilidades.
Después de leer las cuatro partes de la ley del espejo, Emily comprendió que si quería lograr su sueño de convertirse en ingeniería y una gran bailarina, debía dejar de lado sus miedos e inseguridades y comenzar a confiar en sí misma.
Con esta nueva actitud, Emily comenzó a trabajar en su nuevo proyecto y baile con mayor confianza y determinación. Mientras practicaba en el campo, un grupo de pájaros y abejas la observaban desde los árboles. Al ver su gracia y talento, empezaron a cantar y a aplaudir.
Emily se giró y se dio cuenta de que no estaba sola: había sido observada todo el tiempo por una gran audiencia. Los pájaros y las abejas de la finca de su padre comenzaron a volar alrededor de ella, y el sol asomó por detrás de las nubes, iluminando sus ojos. Emily se sintió feliz y realizada, sabiendo que había vencido sus miedos y que tenía la confianza en sí misma necesaria para triunfar.
Desde ese día, Emily convirtió la ley del espejo en su mantra personal y se prometió a sí misma que nunca permitiría que la inseguridad y el miedo la detuvieran de alcanzar sus metas. Decidió creer en sí misma y tener fe en sus sueños, sabiendo que si se esforzaba lo suficiente, finalmente lograría todo aquello que deseaba.
En conclusión, Emily se dijo a si misma: Yo soy el resultado de cómo actuó, cómo respondo, cómo decido sentirme ante lo que me sucede.»
Adriana Rodríguez
