Helado de chocolate y coco
Un canto a la vida y al amor que se despliega en los momentos más sencillos he intentado pintar con versos de colores la escena que compartimos Berend y yo ayer con mi madre, Oralia.
«Helado de Coco y Chocolate
En la dulce tarde de un sol agresivo y a la vez tímido, llevé a Oralia, mi madre, a saborear un helado de coco y chocolate. El aire se llenaba de risueños murmullos, y ella, con ojos curiosos, se adentró en aquel rincón de delicias. Los helados, como joyas en un cofre, esperaban su elección.
Oralia, amante de los colores, siempre ha cubierto su mundo con una paleta de melocotón, naranja y rosa. Las flores estampadas en telas, como pétalos de recuerdos, danzaban en su mente. Pero ahora, los pantalones, esos símbolos masculinos, se han desvanecido en la bruma de la memoria. Raíces profundas, imborrables, que ni la demencia puede arrancar.
Cada mañana, ella escoge su vestido con la delicadeza de quien pinta un cuadro. No demasiado corto, no demasiado largo. Hoy, el azul marino se abrazaba a su figura, y las flores rosas, diminutas y coquetas, se alzaban como susurros de primavera. En la terraza del café, bajo el cielo abierto, Oralia se sumergió en el placer de su elección.
El helado, blanco como la pureza de un sueño, y verde como los secretos del bosque, se posó en su palma. Preguntó por el melocotón, pero el sabor a mamey le era desconocido. «Mejor coco», decidió con una sonrisa, y así, entre risas y sabores, el tiempo se desdibujó.
Sentada en su silla, el sol acariciando su rostro, Oralia era un poema. Sus ojos, luceros de niña traviesa, brillaban con la intensidad de los recuerdos. Cada mordida al helado era un verso, una melodía que solo ella entendía. Ella me miraba, con ternura y complicidad, preguntándome por qué no me unía a su festín. «¡Está delicioso!», susurró.
Así, en ese instante efímero, el amor se tejió entre los hilos de la demencia. Oralia, mi madre, la guardiana de los colores y los sabores, me enseñó que la belleza reside en los pequeños gestos, en los helados compartidos bajo el sol, y yo, su cómplice en esta danza de la vida, sonreí y respondí: «Porque quiero saborear este momento a través de tus ojos, mamá.»
Adriana Rodríguez
Que mis palabras sean un abrazo para ti y tus padres, un refugio donde los recuerdos los puedas entrelazar con la eternidad. Disfruta de los pequeños momentos que el universo nos regala cada día.
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